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lunes, 24 de septiembre de 2012

El teléfono escacharrado de la Biotecnología

Hace unos días un colega biotecnólogo, Gerard Caelles, publicaba en su blog una entrada sumamente interesante, que me dio que pensar. Se titulaba "La compra-venta de expectativas" y en ella hablaba de las empresas del sector biotecnológico-farmacéutico como "máquinas de quemar dinero sin la certeza de generar ningún retorno". Aunque Gerard nos hablaba de forma específica de la Biotecnología roja, sector dedicado a la salud, creo que sus ideas pueden ser extrapoladas a otros ámbitos del sector biotecnológico.

En efecto, en Biotecnología "jugamos con expectativas". A veces, incluso utilizamos de forma incorrecta (y hasta abusiva, me atrevería a decir) las estrategias de comunicación. Como ejemplo el titular que La Razón daba en abril de 2009:

Figura 1 - Propaganda en los titulares sobre Biotecnología. Fuente.
¿Es la Biotecnología el remedio contra el hambre? ¿Podemos acabar desde la poyata del laboratorio con el sufrimiento diario de miles de personas? La respuesta es obvia: no. Si se pudiera, lógicamente, ya se habría hecho. El problema radica en depositar una excesiva confianza en una tecnología que aun habiendo ofrecido resultados tangibles en muchas aplicaciones, sigue careciendo de resultados en otros sectores (vendiendo expectativas, como bien afirmaba Gerard), y que además no goza de una buena estrategia de comunicación. 

Un ejemplo clásico es el de la Biotecnología alimentaria. El debate que los organismos modificados genéticamente (comúnmente llamados transgénicos) ha suscitado no es nuevo. Por ejemplo, hace unos días se publicó un polémico artículo de Seralini donde indicaba la posible toxicidad de los transgénicos en ratas, investigación cuestionada por el diseño del propio estudio en Amazings o Biotecnoblogos. Sin embargo, la polémica está ahí en la calle. De nada sirve que una gran mayoría de científicos apueste por la seguridad de este tipo de alimentos, el rechazo social es palpable. De los encendidos debates de los años noventa entre Jorge Riechmann y Daniel Ramón, me quedo con que una gran parte de la sociedad rechaza los alimentos transgénicos por "miedo" (en el Eurobarómetro de 2010, sólo un 27% de la ciudadanía los consideraba seguros). 

Figura 2 - Concentración en contra de la agricultura transgénica. Fuente.

Los problemas de comunicación de los alimentos transgénicos no son novedosos, sin embargo. La gestión de la comunicación, en general, en la industria alimentaria es problemática. Nos preocupa lo que comemos: hemos pasado de morirnos de hambre tras la postguerra a aplicar el principio de seguridad y precaución en todo aquello que nos llevamos a la boca. Desde el aceite de colza, pasando por el problema de las vacas locas, la gestión de la comunicación en las crisis alimentarias siempre ha sido deficiente. ¿Cómo no iba a serlo la difusión de unos alimentos manipulados genéticamente? La deriva de histeria colectiva (y su posterior locura reflejada en una legislación comunitaria sin sentido y caótica sobre  aquellos aspectos relacionados con la comercialización, la liberalización al medio ambiente y la autorización como alimento o pienso, como bien analizan aquí) ha hecho que Europa pierda el tren de la biotecnología alimentaria. 

El rechazo social evidente que vivimos hoy hacia los alimentos transgénicos es fruto, a mi juicio, de los problemas de comunicación de 1996 y 1997. En esos años, los científicos, encerrados en sus cómodas torres de marfil, no vimos ni supimos ver que la divulgación de la I+D que realizamos en los laboratorios es más importante de lo que pensamos. No supimos explicar el balance beneficio/riesgo de los transgénicos, y el debate sobre estos alimentos se trasladó de forma única a los intereses de lucro que las grandes multinacionales (Monsanto, Syngenta, BASF, por citar algunas) tienen sobre el tema. El debate científico se contaminó con intereses económicos y hoy no importa si los transgénicos cuentan con un abrumador apoyo de las autoridades de investigación, sino las ganancias que cualquier empresa puede sacar de ello. 

El teléfono escacharrado de la Biotecnología (o nuestra mala estrategia de comunicación) en alimentación ha servido para dar una visión sesgada y muy poco científica de las propias aplicaciones de los transgénicos.    Como ejemplo nos sirve el bloqueo que Greenpeace propone sobre la investigación en arroz dorado que comentaba hoy mismo José Miguel Mulet en su blog

  • La percepción pública como aspecto informal
  • La opinión que reflejen los medios de comunicación como base formal
  • La regulación política de la propia industria
Si no somos capaces de reparar nuestro teléfono escacharrado, es decir, si no conseguimos mejorar el primer y segundo vértice del triángulo de la comunicación en Biotecnología alimentaria, seguiremos asistiendo a una mala e ineficiente regulación jurídica de nuestra industria, lo que conllevará grandes problemas económicos y sociales. La pelota está en nuestro tejado, ¿podremos conseguirlo?


1 comentario:

  1. El tema de la comunicación en Biotecnología es el TEMA. Yo fui parte del equipo comunicador cuando estuve en la actividad pública y ahora lo hago en la privada y como tu dices seguimos teniendo el teléfono escacharrado y a veces somos muy pocos los que trabajamos en repararlo

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