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martes, 21 de agosto de 2012

No por mucho patentar...

Ayer leía en El País una interesante reflexión de Andrés Oppenheimer sobre la situación de la innovación tecnológica en Latinoamérica. Tras la publicación del Índice Global de Innovación 2012, ningún país, salvo Chile, figuraba entre los cincuenta líderes mundiales en innovación.

Entre los parámetros que comparaba el ranking, se encontraba, además del número de patentes registradas en cada país, las inversiones en I+D y el clima empresarial y regulatorio. España, en este índice que viene siendo realizado por la OMPI e INSEAD desde 2007, se sitúa en la posición vigésimo novena. Y en una situación de crisis como la que vivimos, no paramos de oír aquello de "basar nuestra economía en el conocimiento" y "apostar por la "I+D+i". ¿Qué significa todo esto?

Cuando leí mi tesina, que trataba sobre las propiedad industrial en Biotecnología, dije algo que provocó las risas de algunos de los asistentes a la defensa: "No por mucho patentar, innovamos más temprano". Aquella frase resumía las ideas que planteaba el biotecnólogo Daniel Ramón hace unos meses en una entrevista, donde criticaba la excesiva dificultad existente en la transferencia de conocimiento y tecnología. Decía Ramón, muy acertadamente, que "una empresa tecnológica no era sólo tener un CIF, sino funcionar, tener clientes reales, generar empleo y dar beneficios". Innovar por tanto, no se basa sólo en pedir más patentes o crear un mayor número de empresas spin-off. Se trata de conseguir licenciar nuestras invenciones, hacer que sirvan para algo, generar alianzas estratégicas, internacionalizarnos. No se trata de innovar más, se trata de innovar mejor.

Los datos que ofrecía la Fundación Genoma España en su "Informe sobre la relevancia de la Biotecnología 2011" pueden resultar esclarecedores. A pesar de que tenemos un buen "equipo científico", que con los recursos económicos de los que dispone hace verdaderos malabarismos, España no se encuentra en la Champions League de la innovación.

Figura 1 - Evolución del número de patentes biotecnológicas solicitadas a la USPTO en 2000 y 2010. Fuente.

Decíamos antes que no se trata de cambiar radicalmente nuestro discurso y pasar de ser un país con una tasa de solicitud de patentes ante la Oficina norteamericana (USPTO) del 1,5% en 2010 a hacer crecer estos valores a porcentajes mucho más elevados. A pesar de las críticas que muchos lanzan sobre la protección de la actividad inventiva, en el reciente BIO International Convention, celebrado en Boston (EEUU), se presentó un informe que demostraba cómo las patentes ayudaban a la innovación, y no retrasaban las investigaciones.

Sin embargo, como decíamos anteriormente, "no todo ha de basarse en patentar". Por una parte porque la patente tiene un coste económico considerable, y hay que evaluar siempre en todo caso que sea la mejor estrategia para proteger nuestra invención. Por otra, debemos garantizar que la exclusividad que nos genere la patente sirve realmente para algo. A pesar de esto, hay indicios de que puedan estar cambiando las cosas, ya que las licencias de patentes desde los centros públicos a las empresas en nuestro país crecieron en un 43% de 2000 a 2010 según Genoma España. 

Como veíamos en los datos que nos ofrecía el Índice Global de Innovación, la tercera variable de la famosa ecuación "I+D+ì" no se basa en exclusiva en el registro de solicitudes de patentes ante las Oficinas nacionales, bien la OEPM en España, la USPTO en Estados Unidos o la protección por la vía europea. El ranking estudia como variables dos cuestiones muy importantes "las inversiones en I+D y el clima regulatorio y empresarial".

En este sentido, y tras el recorte del 25% en los presupuestos en ciencia para 2012, España puede haber retrocedido años en su esfuerzo por mejorar en innovación. Así los científicos alertaban de que los tijeretazos en I+D se pagan muy caro, provocando la fuga de nuestros cerebros más brillantes o el cierre de centros y líneas de investigación punteros. La propia Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) alertaba del peligro que suponía que el sistema de I+D sufriera un colapso en 2013.

Figura 2 - Protestas de investigadores ante la Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación. Fuente.

Por último, el estudio nos traslada la necesidad de contar con un buen clima empresarial y regulatorio. Respecto al primer parámetro, la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO) recogía en su Informe 2011 la continuación de los datos positivos para el sector, aún en el contexto de crisis en que nos encontramos. La industria biotecnológica ha incrementado su importancia hasta llegar a las 1715 empresas, empleando a más de ciento sesenta mil trabajadores, y generando una facturación de más de 60.000 MM €. El sector, aunque continúa siendo pequeño, sigue creciendo a pesar de la crisis, lo que siempre supone una buena noticia.

Por el contrario, el clima regulatorio sobre el sector biotecnológico no arroja tan buenas perspectivas. Las continuas idas y venidas de la Unión Europea en cuanto a la regulación de los transgénicos, ha impedido que la Biotecnología verde, un campo donde hasta hace unos años éramos punteros, se desarrollara al máximo, frenando uno de los polos más importantes de innovación del sector biotecnológico, por motivos muy alejados del terreno científico. Asimismo, tampoco hemos sido capaces de promover una innovación fuerte a nivel comunitario: un síntoma muy claro fue el tiempo que costó aprobar (y posteriormente introducir en el Derecho a nivel nacional) la normativa europea sobre patentes. Y a pesar de ello, aun no contamos con la figura de la patente comunitaria, lo que está frenando y mucho nuestro crecimiento. No contentos con eso, la regulación de la protección de las invenciones biotecnológicas, a través de la Directiva 98/44/CE, continúa sin ser clara del todo, como refleja la reciente polémica sobre las patentes de células troncales embrionarias humanas, de la que hablaremos en otra ocasión.

Figura 3 - Como diría Ortega y Gasset, "Sólo es posible avanzar cuando se mira lejos, sólo cabe progresar cuando se piensa en grande". Fuente de la imagen.

En resumen, innovar, lejos de resultar sencillo, significa combinar en la balanza una actitud proactiva como investigadores y empresarios (e incluso, me atrevería a decir que como sociedad), una adecuada y bien gestionada inversión en I+D, y un buen clima socioeconómico, que nos permita que la ecuación I+D+i genere beneficios, cree empleos y nos haga ser más productivos. La no existencia de un adecuado equilibrio en todas estas variables provocará, sin dudas, que España retroceda en puestos en el Índice Global de Innovación de 2013. Esperamos, por el bien de todos, que eso no suceda.

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